Directivas
y Expectativas - por José
Stevens
12
de Septiembre de 2024
Empecemos por las expectativas.
Nacemos en familias, culturas, religiones, subculturas, y estratos sociales que
todos enseñan cómo debe ser la vida de acuerdo a sus sistemas de creencia.
Estas diversas influencias brindan muchos detalles que nos hipnotizan para
creer que el mundo opera exactamente así. En general a las culturas, los
sistemas de creencia familiares, la religión y los sistemas sociales no les
gusta ser cuestionados y usan mecanismos para asegurar que nadie lo haga. Hay
recompensas para quienes se alinean, y castigos para los que no lo hacen. De
este modo nuestra visión del mundo es conformada para nosotros cuando somos muy
jóvenes, vulnerables, y en cierto grado inocentes. A pesar del hecho de que las
personas son almas de diferentes edades y niveles de sofisticación, las
costumbres son bastante estrictas y tienen un efecto en la gente a través de su
adolescencia y bastante más allá en muchos casos. A esto se refiere Miguel Ruiz
como nuestra “domesticación.” Lo que creemos que es la manera en que son las
cosas también es lo que nos entrena para tener expectativas que nos alinean con
los sistemas sociales. “Espero crecer y hacer el trabajo de mi madre o mi
padre, seguiré sus pasos, disfrutaré de una educación de primera clase y
esperaré ser contratado con un buen salario. Saldré solo con parejas aprobadas
y me casaré y tendré dos o siete hijos. Asistiré a la iglesia de mi familia y
votaré de acuerdo.” O bien: “Somos gente de gueto y mi padre y mi hermano mayor
están presos haciendo trabajos forzados. Dejaré la escuela como hicieron ellos
y me uniré a la banda, venderé drogas y robaré. Probablemente no viviré mucho
de todos modos. A nadie le importa lo que hago”.
Estas expectativas pueden volverse
tan fuertes que realmente se manifiesten
en nuestras vidas así. Sin embargo, si estas expectativas nos hacen felices o
plenos es otra cuestión. No hay garantía, incluso, aunque pueda haber una
expectativa de que lo hagan. Puedes manipular activamente la vida para
manifestar ciertos resultados con dinero, encanto o influencia. Papá puede
arreglar la donación a las diez grandes universidades para las que no tienes
notas. Puedes conseguir una beca por deportes por medio de un agente, por la
suma correcta de efectivo, y así sigue. Sin embargo, no hay manera de obligar o
manipular las respuestas internas como la felicidad o la alegría. O bien
existen naturalmente, o no.
El problema es que las
expectativas son producto de la falsa personalidad, el ego, y el ego no es
nuestro amigo. Esencialmente es un parásito que secuestra nuestras vidas por
los sistemas sociales y educativos. Para comprender esto, es útil saber que el
ego no es personal aun cuando parece serlo. La falsa personalidad es una fuerza
que impacta y actúa sobre todos los seres humanos. Su herramienta principal es
el miedo, y su trabajo es darte miedo y luego debilitarte con la promesa de que
te ayudará a no tener ya más miedo. La promesa es hueca, porque su solución
realmente te va a dar más miedo. Por ejemplo, la falsa personalidad te dice que
eres un débil y que nadie te respetará. Su solución para ti es que debes
volverte un matón, y entonces ya no tendrás miedo, pero eso nunca te dará menos
miedo, solo más. La falsa personalidad te miente y te hace esperar que ya no
tendrás miedo pero no funciona y nunca lo hará. La mayoría de los seres humanos
sucumben porque esa es la manera en que aprendemos, en el largo plazo, que eso
no funciona. La falsa personalidad ama mentir y promueve activamente
expectativas falsas para controlarte. Esto
puede sonar improbable, pero solo hay una circunstancia en la vida en
que tener expectativas realmente
funciona. Eso es cuando esperas recibir apoyo del Espíritu pero no vendrá en la
forma que tú piensas que debiera hacerlo.
Directivas
Como tenemos tantas expectativas, queremos
dictar cómo van a resultar las cosas, qué aspecto tiene el camino allí, con
quién queremos estar en ese camino, quién se beneficia, y quién no. En cierto
modo, podríamos llamar a estos, nuestros requisitos en la vida. Nuestros
requisitos están íntimamente relacionados con lo que alguna gente llama sus
estándares. “Llevo mi familia a París. Quiero que el clima sea excelente –
entre 70 y 75 grados F sin lluvias ni vientos fuertes. Vamos a estar en hoteles
cinco estrellas. No queremos que ninguna chusma dificulte nuestro viaje. Los
niños van a cooperar y se comportarán bien, o ya verán. Mostrarán gratitud.
Todos se divertirán y no habrá gruñidos ni quejas. Iremos a los lugares
temprano para evitar gentíos.
Habrá una siesta por la tarde y
luego disfrutaremos grandes comidas en mesas de primera en restaurantes
recomendados. En diez días, regresaremos a casa en los mismos asientos
reclinables en que llegamos a París. Nadie se va enfermar.”
Bien, buena suerte. Tal vez sea así, tal vez no. ¿Qué podría salir mal?
Bueno, casi todo. Los vuelos se pueden demorar o cancelar, perderse el
equipaje, los niños adolescentes resentidos y los más jóvenes descompuestos y
llorando, las reservas de hotel perdidas y canceladas, toda la familia
descompuesta por comida contaminada, huelgas de transportes interrumpiendo las
salidas planeadas, imposibilidad de hacer siestas, el clima cambiando a calor
extremo y humedad con lluvias monzónicas, amplios apagones de electricidad en
las ciudades, baja de internet, o un familiar muere de pronto en casa, y así
sigue.
Como estos son los planes diseñados por el ego
sin considerar la intervención del Espíritu o la esencia, casi se puede
predecir el desastre. Puedes ver que estas directivas están cercanamente
alineadas con las expectativas del ego que siempre están cargadas de miedo.
“¡Qué pasa si no sucede como nosotros queremos!” El pequeño yo dice “Debe ser
de esta manera porque yo soy un ganador y espero experiencias ganadoras todo el
tiempo, en todo lugar, espero que el mundo se conforme a mis planes, incluyendo
a todos los miembros de mi familia. Si esto no sucede correctamente, tendré un
ataque de gritos y todos entenderán mi disgusto y saltarán a rectificarlo. Este
es mi mundo”. ¡Ja! Lo que realmente
quieres decir es que estás muy asustado de no estar en control de tu mundo.
Esta es la manera en que las cosas
realmente suceden, al demandar y dirigir la vida como si fuera una obra de
teatro. De hecho, es la manera de que no resulte muy bien. ¿Por qué? Porque el
pequeño yo tiene poco o nada de poder real. A lo sumo es un tirano mezquino, y
la vida no suministra para pequeños tiranos en el largo plazo. El enfoque más
efectivo es permitir lo que el Espíritu tenga en mente dirigir, y esto podría
ser muy diferente de lo que la personalidad exige. Debido a un vuelo demorado,
acabas sentado al lado de un extraño cuya conversación cambia tu vida de alguna
manera significativa. Debido a que el clima es irracionalmente áspero, cambias tus planes y vas a una ciudad
diferente donde no tienes reservas de largo plazo y en cambio tienes una
experiencia espontánea y maravillosa allí, conociendo gente nueva interesante y teniendo aventuras
no planeadas y divertidas. Comes en lugares que son un hoyo en una pared, y
comes comida inesperadamente buena. Conoces gente a quien le gustan tus niños y
los invita a jugar con sus hijos y lo pasan maravillosamente. Ya entiendes la
idea. El Espíritu tiene un plan diferente para ayudarte a aprender que hay otro
camino más allá de la tiranía. Ese camino tiene que ver con alinearse con lo
que es, no con lo que piensas que es.
Entonces, contrario a lo que
piensa la mayoría de la gente, lo mejor es soltar tanto las expectativas como
las directivas. Deja de restringir las posibilidades a un conjunto de acciones,
y deja de exigir que siempre sea como tu pequeño yo lo quiere, porque tu
pequeño yo no sabe nada. Es meramente seguir un libreto que te dieron en la
infancia antes de que tuvieras algún discernimiento y antes de ser capaz de
hacer elecciones por ti mismo. Ya puedo oír el escándalo, la resistencia, las
discusiones en contrario, sin embargo, lo creas o no, la vida puede ser
extraordinaria sin tener ninguna expectativa y sin poner ninguna directiva
sobre cómo quieres que sea. La única condición para esto es poner la línea
dorada de tu vida en las manos del Espíritu
y estar de acuerdo en aceptar lo que venga.
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Traducción: M. Cristina Cáffaro
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