Serie 3 – Parábola 
2 – Juan el Sanador
Esta es una historia que tiene el potencial de relacionarse con muchos de quienes lean estas palabras. Se entiende que muchos de quienes lean este libro también pueden ser facilitadores y sanadores. No solo expone muchas de las cosas que están sucediendo a los sanadores ahora mismo, sino que esta parábola también da la regla dorada de la sanación. ¿Sabes cuál es?
Juan el Sanador era un hombre
espiritual. Tenía una práctica maravillosa y entendía bien su ciencia. Muchos
acudían a Juan y eran sanados. Sin embargo, siempre había unos pocos que no, pero
Juan empezaba a sentirse incómodo. 
Verán, la nueva energía estaba sobre él, y sabía que la nueva era ya
estaba aquí.
Juan estaba incómodo por un
número de razones. La principal era el hecho de que su práctica de sanación ya
no era tan exitosa para él como lo había sido. En otras palabras, no estaba en
paz. Tenía cada vez menos sanaciones sobre su mesa, lo que lo hacía
cuestionarse si debía ser sanador en absoluto. 
Juan meditaba a menudo, porque
era un meditador poderoso. Eso guiaba su vida, y él entendía la comunicación
con Dios por la oración y escuchaba atentamente lo que Dios decía en respuesta.
Esto había funcionado siempre anteriormente, y él sabía que volvería a
funcionar.
Les dejaremos entrar en la
conversación entre Juan, sus guías, y su Yo Superior. Esto será iluminador para
ustedes, e importante para la historia.
Tan pronto como Juan se sentó,
su ángel guía dijo: Oh, Juan,¡ hola! ¿Cómo estás? Era muy familiar y amistoso,
como son todos los guías.
Juan ignoró la actividad y
empezó su ceremonia de respiraciones sin oírlos. Unos momentos  después, Juan estuvo listo. Estaba preparado;
su cabeza y sus pies estaban en la posición correcta, orientado hacia el norte,
sus manos hacia arriba.
Oh, Dios, empezó Juan, Y sus
guías interrumpieron: Hola, Juan, te amamos. 
Juan dijo: Necesito ayuda. Nada está funcionando.  Y nombró a los humanos que habían venido a su
mesa de sanación, por nombre. Preguntó: ¿Qué pasa con este? He estado mucho
tiempo trabajando en su espalda, pero no pasa nada.  Imploró: ruego por ayuda aquí, sanen esto.
Ayuden a esta persona. Hagan que esto suceda. Denme esto, hagan estas cosas. Él
apenas sabía qué pedir. Había tantos pedidos.
Y sus ángeles guías contestaron:
Oh, Juan, te amamos profundamente. Todo el poder que necesitas está aquí y
estamos listos para ti. Luego le dieron un increíble baño de amor, que él supo
que estaba en presencia de Dios. Juan sintió que tenía respuestas y creyó que
las cosas iban a cambiar.
Pero la siguiente ocasión en que
vio al humano con el problema de espalda, se dio cuenta de que había empeorado.
Juan hizo todo lo que sabía hacer, sin embargo no hubo sanación. Volvió a su
meditación, con los mismos resultados. Se sentaba durante largo rato hasta
sentir que estaba en la posición correcta y que Dios estaría allí, y él
sentiría el amor de sus ángeles guías y de su Yo Superior. Ellos dirían: Oh,
Juan, Ciertamente te amamos. Eres tan poderoso.
Y Juan suplicaría a Dios: Oh,
por favor, muéstrame qué hacer en mi sala de sanación. Y así siguió la vida
para Juan, de esta manera.
Ahora bien, Juan tenía una
hermana. Era casi como agregar el insulto al daño, que su hermana estuviera
también complicada por su mala salud y él parecía incapaz de hacer nada al
respecto. De modo que se sentó, y rezó, y le envió energía. Usó su ciencia, las
cosas que sabía que funcionaban, pero su hermana no mejoraba. Parecía estar
tan  turbada todo el tiempo. Finalmente,
después de largo tiempo, Juan había alcanzado su límite. Enojado, entró en su
lugar de meditación, se sentó en el sofá y exclamó: Estoy harto ¿Dónde están?
Hola, Juan, ¿cómo estás?  Respondieron sus ángeles inmediatamente. Juan
estaba tan sorprendido que casi se cae de su almohadón de meditar. ¿Cómo pueden
llegar aquí tan rápido?  No estoy listo.
Siempre hemos estado aquí, Juan,
respondió su guía. Estamos contigo incluso en la sala de sanación.
Ustedes me dijeron que yo era
poderoso, dijo Juan  Me dieron respuestas
increíbles; las sentí en el amor que enviaron. Sin embargo, no pasa nada. Me
vuelvo loco, ¿qué puedo hacer?
Los guías de Juan lo enfrentaron
y dijeron: Oh, Juan, estamos tan contentos de que hayas venido. Escucha: no
importa cuán buena sea la cocina, la comida no estará cocida hasta que los
quemadores estén calientes.
Ahora bien, Juan no era tonto, y
preguntó: ¿los quemadores? ¿Son yo?
Sí, contestaron  los amorosos ángeles guías.
¿Qué puedo hacer? Preguntó Juan
¿Qué es lo que eliges hacer?
Quiero estar en mi contrato,
estableció Juan en voz alta. Ja, el aleteo que ocurrió cuando él dijo eso. Eso
era todo lo que tenían  que oír.
Esta vez Juan no especificó qué
espalda tenía que sanarse. No especificó qué necesitaba particularmente, o de
dónde debía venir el poder, ni en qué día debía sentirse mejor. Juan dijo
finalmente: Quiero sanación para mí mismo. Quiero estar en mi contrato. Quiero
cumplir con mi pasión. Quiero hacer lo que vine a hacer aquí. 
A través de sus ángeles, Dios le
dijo:  Juan, te llevó mucho tiempo pedir
eso. Lo tendrás, es tuyo, tal como lo pides.
Esa noche, cuando Juan se
levantó de su meditación, se dio cuenta de que habían cambiado las cosas,
porque tenía una pieza nueva, aun antes de volver a la sala de sanación. Sabía
que las cosas serían diferentes. Dios le había dicho que todo lo que tenía que
hacer era cuidar de sí mismo, y todo lo demás sería agregado. 
Cuando Juan entró  en la sala de sanación, empezaron a ocurrir
cosas asombrosas, porque se le dio conocimiento adicional. Voy a poner mis
manos aquí hoy, dijo para sí. Es diferente. Nadie me lo dijo, pero sé que va a
ser la cosa correcta para hacer. Los resultados fueron inmediatos. Juan supo
que Dios estaba por encima de su hombro haciendo un guiño y diciendo, Oh, sí,
eso está bien. Ahora prueba esto.
Juan empezaba a tener resultados
que  nunca había visto antes. Le dijo a
los que acudían a él que se prepararan para sanar. Hacía una ceremonia con
ellos, antes de siquiera tocarlos. Pensaron que estaba loco, hasta que sanaban.
Luego empezó a acudir aún más
gente; Juan, el sanador poderoso. Y así fue que Juan fue a ver a su hermana.
Juan literalmente bailó entrando a su cuarto, brillando, sabiendo que su
sanación estaba próxima. Vio su luz encendida, no más ceño fruncido, y sin
embargo él ni siquiera la había tocado.
Juan, ¿qué ha sucedido? Ella le
preguntó. He estado muy preocupada por ti. Todo se detuvo. Entonces Juan se dio
cuenta de que su propio tormento se había derramado sobre aquellos que
intentaba tratar. Una y otra vez había entrado en la habitación de ella, llevando
consigo su propia ansiedad. Realmente había perjudicado su salud con su propia
preocupación. No era sorpresa que nada funcionara.
Dios me dijo que vas a ser sanada,
Juan anunció cálidamente; luego hizo ceremonia con su hermana y sintió una
pieza de Dios abrumando a ambos. Él derramó lágrimas de alegría por su nuevo
conocimiento, y agradeció a Dios por semejante esfuerzo cooperativo que traía
resultados tan maravillosos.
Su hermana ciertamente sanó,
porque ella estaba lista, y porque Juan se había cuidado a sí mismo primero. Su
poder y sabiduría habían aumentado grandemente. La intención de Juan había
cambiado no solo su propia vida sino la de todos los que él tocaba desde allí
en adelante.
¿Cuál es la clave para volverse
un sanador poderoso? Es una pregunta que muchos hacen. Conoce la ciencia de tu
arte, y luego equilíbrate a ti mismo.  Pide que tu contrato se cumpla. Este
equilibrio crea conocimiento adicional, herramientas mejores, y sabiduría
aumentada vastamente para usar en la nueva energía. Todos estos maravillosos
dones sanadores son tuyos, pero no se pueden implementar hasta que tú primero
te ocupas de ti mismo. 
Cuando meditas solo, no es
necesario suplicar por la sanación de tus clientes. Guarda eso para las
meditaciones grupales, cuando te reúnes con otros para enviar energía positiva
a quienes te rodean y al planeta como un todo.
Tu conocimiento es la base de tu
sanación. Y tu intención es tu poder. Lo que haces en tu meditación personal
debiera ser para ti.
Tu contrato como sanador es lo
que crea el poder real para abrir el camino para curar a otros. Cuanto más se
cumpla, más fuerte serás como  sanador.
Co crea el enlace total con tu contrato, y observa lo que sucede.   
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