Diciembre 12, 2025
José Luis Stevens
Una de las mayores
ventajas y desafíos de la humanidad es nuestra capacidad de expectativa, de
esperar. Nuestra capacidad de esperar nos permite reunir datos y planear
eventos de modo de poder sobrevivir. Por ejemplo, usamos nuestros poderes de
observación para reunir datos sobre cambios en el clima. Cuando percibimos una
caída repentina y dramática en la temperatura, vientos que vienen del norte,
nubarrones formándose en el cielo, y los animales comportándose de maneras
reveladoras, esperamos una tormenta fuerte, tal vez peligrosa, llegando, de la
que debiéramos buscar refugio. Vamos adentro, cerramos ventanas y puertas y
demás. Si estamos en el mar, tomamos precauciones similares, ya sea acelerando
hacia puerto seguro o arriando las velas, cerrando las escotillas, y apuntando
nuestra proa hacia la tormenta para enfrentar a las olas entrando. Si se
presentan las señales de una crisis económica, tomamos precauciones vendiendo
inversiones vulnerables y tomando otras para bajar nuestros riesgos de perderlo
todo.
A lo largo de
milenios hemos aprendido a trabajar con las expectativas para manejar finanzas,
para formular estrategias para nuestro avance, juntar recursos, construir
defensas, acopiar comida, y tal vez conservarnos aptos para movernos rápido y
enfrentar la adversidad. Las expectativas se han vuelto una de las herramientas
más poderosas en nuestra caja de herramientas para sobrevivir y prosperar en un
mundo en constante cambio. Sin embargo, la expectativa tiene un costo y a veces
el precio es alto, incluso desastroso. Una persona o una compañía se prepara
para un desastre, pero otra persona percibe tal vez por intuición que el
desastre no se manifestará, y en cambio, esperando un resultado mejor,
encuentra enormes oportunidades.
La expectativa nos
puede hacer demasiado cautelosos o conducirnos a conductas predictivas que
pueden nublar nuestra visión o respuesta creativa al desafío. El huracán se
aproxima y millones de personas corren atestando las rutas para escapar, y tal
vez son inteligentes al hacerlo. Alguna gente toma el riesgo y se queda en casa
y tal vez pierde la vida o tal vez el huracán cambia su curso y ataca en otro
lugar, justo donde la gente estaba escapando de resultados desastrosos.
Cuando hemos sido
traumatizados tempranamente en la vida, por el abandono, la violencia, el abuso
sexual, o el hambre, la pobreza y cosas así, puede dejarnos cicatrices de por
vida al consolidar expectativas de que estas cosas siempre nos van a suceder. De
este modo desarrollamos siete pautas de miedo mortales, de auto destructividad,
codicia, auto desprecio, arrogancia, martirio, impaciencia, y terquedad.
Culturas enteras pueden desarrollar expectativas en respuesta a la pobreza, la
guerra, la invasión, la colonización, y muchas otras dificultades. Todo esto
crea enorme sufrimiento en el mundo y crea una interminable cadena de eventos
similares que resultan de las expectativas negativas.
¿Por qué? Porque la
mayoría de nosotros sabe que las expectativas generan más de lo mismo. La
ciencia nos ha demostrado que nuestras creencias, y las expectativas basadas en
esas creencias, realmente impactan en la realidad física de maneras que repiten
nuestras expectativas. Podemos ver esto claramente en el efecto placebo. Por
supuesto, el lado positivo de esto es que, cuando esperamos resultados
positivos de una píldora o medicamento, a menudo los recibimos, y es lo mismo
con todos los aspectos de la vida. Si esperamos que a nuestros estudiantes les
vaya bien, así será. Si esperamos que a nuestros estudiantes les vaya mal
porque sostenemos algunos prejuicios, ellos obtendrán los resultados más bajos.
Las expectativas
suelen centrarse alrededor de nuestros miedos. Como especie, hemos sido
condicionados por el miedo durante cientos o miles de años, debido a que es
endémico en nuestras culturas, religiones, creencias y modos de pensar, y rara
vez alguien nota cuán generalizado está el miedo y cómo es totalmente aceptado
y esperado. Podría decirse en verdad que vivimos con miedo de un día al
siguiente, de un momento a otro. Entonces, ¿estamos debidamente temerosos
porque el mundo es un lugar totalmente temible y suceden cosas horribles si no
estamos super vigilantes? ¿O es que las cosas horribles y temibles nos suceden
porque tenemos tanto miedo?
Exploremos esto por
un momento. El hecho de creer que somos objetos separados uno de otro y de
nuestro medio ambiente conduce muy naturalmente a tener pensamientos de miedo.
Aprendemos que cualquier cosa que no podemos controlar o manejar podría
dañarnos. Entonces, intentamos sin éxito controlar todo. La bala que podría
herir a nuestros hijos. No los perdemos de vista. Podríamos estar justo bajo el
árbol que recibe un rayo. Mejor lo talamos, o simplemente nunca salimos afuera.
No sabemos que está pensando esa otra persona que parece diferente de
nosotros. Mantenerla lejos. Así es como
vivimos. Simplemente dedica una mañana o una tarde a ver si puedes contar el
número de pensamientos basados en el miedo que tienes. Esos miedos suelen tomar
la forma de “¿Qué pasa si…?” Probablemente te horrorizarás de cuán a menudo
contemplas resultados negativos.
Siempre ha habido
individuos y pequeños grupos en todo el mundo que no tienen miedo de nada. Si
preguntamos a esa gente, encontraremos que ellos no se sienten separados de sus
entornos o de los animales o de otra gente. Se sienten seguros por donde quiera
que van. Nunca están donde llega la bala, donde choca el auto, donde cae la
avalancha, o donde golpea el tsunami. No se identifican con sus cuerpos o sus
mentes. Solo se identifican con la percepción conciente universal e infinita.
Son uno con todas las cosas. ¿De quién tendrían que tener miedo? ¿De qué
tendrían que tener miedo? Todo es el
Espíritu. Ellos dirían que está en nuestra naturaleza ser de esta manera. Tal
vez solían tener miedo y luego encontraron una manera de no tenerlo. Dirían que
es muy cómodo y efectivo vivir así. No hay estrés. No piensan mucho, más bien
encuentran que simplemente saben lo que necesitan saber. Esta gente todavía usa
el poder de la expectativa cuando es necesario, pero muy frugalmente.
Mayormente están en el momento presente.
Tienen
personalidades, trabajos a los que asisten, un idioma que hablan, amigos,
cónyuges, hijos que criar, y demás, tal como otra gente. De hecho, parecen muy
normales pero satisfechos y relajados. Son amorosos y bondadosos. Algunos son
de altos logros en el mundo. Sin embargo no se ven a sí mismos como seres
separados. Son uno con la humanidad, uno con el mundo. Para ellos no hay cosas
ni objetos separados. Dicen que algún día todos descubrirán esta manera de ser
y el mundo se transformará dramáticamente en el proceso, sin esfuerzo de muchas
maneras, porque es la manera natural de ser. Lo que no es natural es tener
miedo. Eso no significa ser descuidado ni tomar riesgos tontos. La vida como humano requiere discernimiento,
pero no miedo. Tenemos demasiados pensamientos de miedo, 99% de los cuales no
suceden.
La humanidad está
posada en el borde de una era. El viejo paradigma de tener miedo todo el tiempo
de todo está terminado. Los humanos en masa están hartos y cansados de eso,
pero no saben que hay otra manera de ser, o saben que hay otra manera, pero no
saben cómo llegar a ella. Todo este conocimiento está disponible ahora. Hay más
abridores de caminos que nunca antes. La vieja manera nos ha llevado tan lejos
como pudo. Si continuamos en el camino del miedo, es insostenible, y estamos
perdidos. Pero no es ese nuestro destino. Nunca realmente lo fue. Ha sido un
experimento doloroso pero educativo y sabemos ahora a dónde nos lleva. Hay
algunos que todavía se aferran a él. Están los inexpertos que no conocen algo
mejor. Eso no es culpa suya, pero así van. No pueden hacer su camino, tal como
el niño de ocho años no tiene permitido conducir un coche.
Muchas personas han
estado esperando que el abordaje basado en el miedo de los más jóvenes fracase,
que se autodestruya, y eso está sucediendo como un choquee de trenes en cámara
lenta. Pero tal vez eso no es suficiente. La resistencia armada o violenta, la
rebelión, o la revolución, usualmente solo hacen que el otro lado ataque y se
fortalezca. De modo que ese tampoco es el camino. Entonces eso deja el camino
del despertar. Millones han de decidir que ya no están dispuestos a tener miedo
y actúen de acuerdo a eso, sin miedo, cooperativamente, de una manera
determinada. Debe haber consecuencias políticas y económicas para quienes
amenazan a otros. Eso cambiará rápidamente las mareas. Luego puede empezar la
construcción, pero no la reconstrucción de lo viejo. La infraestructura del
mundo no ha funcionado durante largo tiempo. Hora de caminos completamente
nuevos sin miedo. ¿Cómo se verá eso, cómo se sentiría? Podemos hacerlo y lo
haremos.
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Traducción: M. Cristina Cáffaro
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