03 agosto 2025

Artículo de José Stevens del 15 de Julio de 2025

La Importancia de Experimentar tus Experiencias

José Luis Stevens – 15 de Julio de 2025

Todos nosotros, seres humanos, estamos en la grandiosa aventura de crear y tener una vasta cantidad de experiencias con el propósito de expresarnos, descubrir cómo manejar estas experiencias, aprender de ellas, y disfrutarlas. Si esto es así, entonces, ¿por qué pasamos tanto tiempo resistiéndonos a nuestras experiencias? Arrepentimiento, ansiedad, depresión, negación, disgusto, desilusión, rechazo, desaprobación, juicio, molestia, impaciencia, resentimiento, quejarse, y toda una hueste de otras reacciones, son todas maneras en que nos resistimos a nuestras experiencias en la vida. Son todas maneras en que nos distanciamos o tratamos de escapar de muchas de nuestras experiencias. Es como si dijéramos “No me gusta. No es lo que yo planeaba ni cómo esperaba que fuera mi vida. Lo odio. Esto me hace sentir miserable y no lo merezco. No quiero esta experiencia, de modo que voy a simular que no está realmente sucediendo o que nunca sucedió en absoluto. Simplemente silbaré una melodía feliz o pegaré una sonrisa sobre mi cara y mostraré al mundo que todo está bien, o tal vez simplemente enterraré estos sentimientos y actuaré como si hubiera sucedido a otro. Tal vez solo me retire de todos y viva por mi cuenta, aislado del mundo.”

 Hay solo unas pocas, entre muchas posibilidades que se nos otorgan, de resistirnos a nuestras experiencias. En algunos casos, las experiencias de las que tratamos de huir son las más felices, como cuando alguien nos dice que nos ama y estamos tan asustados que huimos gritando porque no queremos ser vulnerables y posiblemente ser lastimados. Tal vez no queremos sentirnos atrapados, no sentimos que merecemos ser amados, o tenemos una docena de otras excusas para no querer una experiencia que verdaderamente ansiamos en un nivel más profundo.

 Si miramos más profundamente a estos intentos de bloquear o resistir a nuestras experiencias, podremos ver fácilmente cuánto nos manejan nuestros miedos. Tenemos miedo del dolor emocional, el rechazo, la traición, de quedar atrapados, de ser abandonados, de sentirse comprometidos, de ser descubiertos, juzgados, atacados, muchas cosas. Casi todos estos miedos se basan en percepciones, recuerdos, consideraciones, ideas, tal vez no se basan en experiencias reales en absoluto. Tal vez están enterrados profundamente en nuestros genes, sufrimiento epigenético heredado de nuestros antepasados, que no tiene nada que ver directamente con nuestras propias narrativas. Tal vez algo de esta resistencia viene de observar lo que le ha sucedido a otra gente, nuestros familiares, amigos y colegas, y creer que podría pasarnos a nosotros si no estamos lo bastante alertas.

Entonces aquí estamos en nuestra grandiosa aventura, esperando de algún modo que la aventura grandiosa no nos toque realmente porque podría ser indigerible. Y allí hay una palabra interesante: indigerible. Tal como la comida, algunas de nuestras experiencias son fáciles de digerir, y otras no. Tal vez nos descomponen el estómago y uno quiere vomitar y librarse de la experiencia que no le gusta. Tal vez oigo que no llegué, que no recibí la promoción, fracasé en obtener el trabajo que solicité, no entré en el colegio que soñé, y demás. Recibo la noticia y rápidamente vomito, trato de refutarlo, librarme de eso, pero a pesar de vomitar, estoy devastado y trato de no pensar en mi fracaso, sin mucho éxito. Lo racionalizo y descarto diciéndome que es para mejor, que yo realmente no lo quería después de todo, que estoy mejor sin los dolores de cabeza y la responsabilidad adicional. Me cuento esa historia a lo largo de años y un día encuentro que estoy tan desilusionado de mí mismo que ya no quiero vivir más o tal vez me vuelvo auto destructivo y empiezo a tomar opioides, drogas, o alcohol.

Hay muchas maneras de escapar, muchas maneras de fracasar en escapar de la vergüenza. Nos atascamos en la experiencia porque no permitimos que se exprese plenamente a través de nosotros. Típicamente, cuando pido a alguien que me dé detalles de una experiencia traumática, al principio no puede hacerlo. No recuerda quién dijo qué, cuando, quién estaba allí, cómo estaban vestidos, si era de día o de noche, qué sensaciones tenía en su cuerpo, etc. A menudo, en lugar de pedir los detalles, es más fácil preguntar a la persona de qué color siente que fue el evento cuando lo recuerda, si se siente agudo u opaco, viejo o nuevo, frío o caliente, y otras impresiones más subjetivas. Con empujar y explorar un poco, la gente suele darse cuenta de que recuerdan más que lo que pensaban sobre lo que pasó. Es como si, al echar un poco de luz sobre la experiencia, surgen detalles desde las sombras, y se empieza a formar un recuerdo real.

Tuvieron la experiencia, pero no la digirieron en ese momento, de modo que entró en el armario, por así decir, inaccesible por un tiempo, sin digerir. A medida que repasan el evento lentamente, en la seguridad de una sesión donde están acompañados por alguien que los guíe, empiezan a digerir la experiencia de una manera nueva. Empiezan a notar consideraciones que tuvieron en ese momento, decisiones que tomaron, sensaciones que olvidaron, etc. Una experiencia sin digerir siempre puede ser digerida incluso si ocurrió veinticinco años atrás.

Una mujer de setenta años recordó un evento de su juventud, en el que un hombre la amenazó con un cuchillo y trató de violarla, y ella recordó la vergüenza profunda que sintió en ese momento y cómo ella sintió que era por su culpa. Al empezar a digerir el suceso, se dio cuenta que este era el suceso básico que coloreó su vida entera desde aquel momento en adelante. Digerir el evento le permitió contenerlo de manera diferente y entender cómo y por qué ocurrió como ocurrió. El evento ahora tenía nuevo significado para ella, al aceptarlo y verlo con mayor neutralidad.

Un hombre de mediana edad recordó un incidente en que había sido violado por una banda durante un incidente de iniciación en la universidad. Nunca le dijo a nadie, y en lo que a él le incumbía, durante muchos años, eso nunca había sucedido. Sin embargo, él sabía que algo estaba mal, y que después de aquello él nunca se sintió exitoso. Nunca digirió esa experiencia, hasta el día en que valientemente acordó repasarlo con gran detalle, cosa que hizo. Al hacerlo, le llegó una gran calma y sintió que un gran peso se levantaba de sus hombros. Finalmente aceptó lo que había ocurrido y pudo discutirlo con neutralidad sorprendente. Ya no lo definía, y se volvió solo otro evento más en la narrativa de su vida, solo parte de una historia. Desde ese momento, empezó a permitirse más éxitos en muchos emprendimientos en su vida.

El secreto para digerir una experiencia está en aceptarla. Si eres capaz de hablar de ella con detalle, estás de hecho aceptando que ocurrió. La negación se borra, y la aceptación resulta en la desaparición de la experiencia. Desaparecer no significa que nunca haya sucedido. Significa que está así neutralizada, tanto que no tiene poder oculto para sabotear nada, ni influir en nada desde las sombras. La fórmula es: enfréntala, acéptala, digiérela, neutralízala, borra su influencia sobre tu vida, libérate de ella. Cuando digieres completamente tu comida, significa que la aceptas en tu cuerpo, y se vacía de tu estómago, y eres libre de comer otras comidas que te nutran.

Entonces, experimentar nuestras experiencias funciona exactamente de la misma manera. Experimentar es digerir cada parte de la comida. ¿Por qué otra razón tener una experiencia? Nuestras experiencias son nuestras aventuras, y sí, a veces son dolorosas. Sin embargo, aprendemos de nuestras experiencias, nos enseñan, si se lo permitimos. Probablemente han oído esto antes, pero las experiencias no nos suceden a nosotros; suceden para nosotros. La esencia permite experiencias que nuestras personalidades magnetizan hacia nosotros. Esa es la manera en que aprendemos y evolucionamos y avanzamos. Si nos interponemos en el camino de este fenómeno natural en el mundo físico, estamos constipando el proceso, reprimiéndolo, llenando el sótano con material sin digerir que nunca se va a ir de otra manera y que nos va a enfermar.

Pregúntate si tienes experiencias no experimentadas apiladas en tu armario subconsciente. La verdad es que todos las tenemos. No se van por el proceso de resistencia y negación. Están esperando ser invitadas a entrar en la luz, fuera de las sombras. Nuestra época está llamando a eso. Este es el tiempo; la ayuda está disponible desde adentro.

Una advertencia importante:

En el caso de algunas personas que han sufrido traumas sumamente serios en sus vidas, pueden requerir pasar muy lentamente por este proceso, con un profesional que haga esta clase de trabajo para vivir y que entienda el ritmo. Para muchos de nosotros, los traumas y las experiencias no experimentadas pueden estar más cerca de la superficie y podrían estar listos para liberar, con algo de atención personal y enfoque. Como dicen, cuando el estudiante está listo, aparece el maestro. El maestro puede ser otra persona, o puedes ser tú mismo. Inténtalo por tu cuenta. Si resulta demasiado difícil, pide ayuda. En tanto hay una variedad de técnicas para hacer esto, no hay otra manera de digerir tu experiencia que aceptarla como lo que es.

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Traducción: M. Cristina Cáffaro
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