La Importancia de
Experimentar tus Experiencias
José Luis Stevens – 15
de Julio de 2025
Todos nosotros, seres humanos, estamos en la grandiosa
aventura de crear y tener una vasta cantidad de experiencias con el propósito
de expresarnos, descubrir cómo manejar estas experiencias, aprender de ellas, y
disfrutarlas. Si esto es así, entonces, ¿por qué pasamos tanto tiempo
resistiéndonos a nuestras experiencias? Arrepentimiento, ansiedad, depresión,
negación, disgusto, desilusión, rechazo, desaprobación, juicio, molestia,
impaciencia, resentimiento, quejarse, y toda una hueste de otras reacciones, son
todas maneras en que nos resistimos a nuestras experiencias en la vida. Son
todas maneras en que nos distanciamos o tratamos de escapar de muchas de
nuestras experiencias. Es como si dijéramos “No me gusta. No es lo que yo
planeaba ni cómo esperaba que fuera mi vida. Lo odio. Esto me hace sentir
miserable y no lo merezco. No quiero esta experiencia, de modo que voy a
simular que no está realmente sucediendo o que nunca sucedió en absoluto.
Simplemente silbaré una melodía feliz o pegaré una sonrisa sobre mi cara y
mostraré al mundo que todo está bien, o tal vez simplemente enterraré estos
sentimientos y actuaré como si hubiera sucedido a otro. Tal vez solo me retire
de todos y viva por mi cuenta, aislado del mundo.”
Entonces aquí estamos en nuestra grandiosa aventura,
esperando de algún modo que la aventura grandiosa no nos toque realmente porque
podría ser indigerible. Y allí hay una palabra interesante: indigerible. Tal como la comida, algunas de nuestras experiencias son fáciles de digerir, y
otras no. Tal vez nos descomponen el estómago y uno quiere vomitar y librarse
de la experiencia que no le gusta. Tal vez oigo que no llegué, que no recibí la
promoción, fracasé en obtener el trabajo que solicité, no entré en el colegio
que soñé, y demás. Recibo la noticia y rápidamente vomito, trato de refutarlo,
librarme de eso, pero a pesar de vomitar, estoy devastado y trato de no pensar
en mi fracaso, sin mucho éxito. Lo racionalizo y descarto diciéndome que es
para mejor, que yo realmente no lo quería después de todo, que estoy mejor sin
los dolores de cabeza y la responsabilidad adicional. Me cuento esa historia a
lo largo de años y un día encuentro que estoy tan desilusionado de mí mismo que
ya no quiero vivir más o tal vez me vuelvo auto destructivo y empiezo a tomar
opioides, drogas, o alcohol.
Hay muchas maneras de escapar, muchas maneras de
fracasar en escapar de la vergüenza. Nos atascamos en la experiencia porque no
permitimos que se exprese plenamente a través de nosotros. Típicamente, cuando
pido a alguien que me dé detalles de una experiencia traumática, al principio
no puede hacerlo. No recuerda quién dijo qué, cuando, quién estaba allí, cómo
estaban vestidos, si era de día o de noche, qué sensaciones tenía en su cuerpo,
etc. A menudo, en lugar de pedir los detalles, es más fácil preguntar a la
persona de qué color siente que fue el evento cuando lo recuerda, si se siente
agudo u opaco, viejo o nuevo, frío o caliente, y otras impresiones más
subjetivas. Con empujar y explorar un poco, la gente suele darse cuenta de que
recuerdan más que lo que pensaban sobre lo que pasó. Es como si, al echar un
poco de luz sobre la experiencia, surgen detalles desde las sombras, y se
empieza a formar un recuerdo real.
Tuvieron la experiencia, pero no la digirieron en ese
momento, de modo que entró en el armario, por así decir, inaccesible por un
tiempo, sin digerir. A medida que repasan el evento lentamente, en la seguridad
de una sesión donde están acompañados por alguien que los guíe, empiezan a
digerir la experiencia de una manera nueva. Empiezan a notar consideraciones
que tuvieron en ese momento, decisiones que tomaron, sensaciones que olvidaron,
etc. Una experiencia sin digerir siempre puede ser digerida incluso si ocurrió
veinticinco años atrás.
Una mujer de setenta años recordó un evento de su
juventud, en el que un hombre la amenazó con un cuchillo y trató de violarla, y
ella recordó la vergüenza profunda que sintió en ese momento y cómo ella sintió
que era por su culpa. Al empezar a digerir el suceso, se dio cuenta que este
era el suceso básico que coloreó su vida entera desde aquel momento en
adelante. Digerir el evento le permitió contenerlo de manera diferente y
entender cómo y por qué ocurrió como ocurrió. El evento ahora tenía nuevo significado
para ella, al aceptarlo y verlo con mayor neutralidad.
Un hombre de mediana edad recordó un incidente en que
había sido violado por una banda durante un incidente de iniciación en la
universidad. Nunca le dijo a nadie, y en lo que a él le incumbía, durante
muchos años, eso nunca había sucedido. Sin embargo, él sabía que algo estaba mal,
y que después de aquello él nunca se sintió exitoso. Nunca digirió esa
experiencia, hasta el día en que valientemente acordó repasarlo con gran
detalle, cosa que hizo. Al hacerlo, le llegó una gran calma y sintió que un
gran peso se levantaba de sus hombros. Finalmente aceptó lo que había ocurrido
y pudo discutirlo con neutralidad sorprendente. Ya no lo definía, y se volvió
solo otro evento más en la narrativa de su vida, solo parte de una historia.
Desde ese momento, empezó a permitirse más éxitos en muchos emprendimientos en
su vida.
El secreto para digerir una experiencia está en
aceptarla. Si eres capaz de hablar de ella con detalle, estás de hecho
aceptando que ocurrió. La negación se borra, y la aceptación resulta en la
desaparición de la experiencia. Desaparecer no significa que nunca haya
sucedido. Significa que está así neutralizada, tanto que no tiene poder oculto
para sabotear nada, ni influir en nada desde las sombras. La fórmula es:
enfréntala, acéptala, digiérela, neutralízala, borra su influencia sobre tu
vida, libérate de ella. Cuando digieres completamente tu comida, significa que
la aceptas en tu cuerpo, y se vacía de tu estómago, y eres libre de comer otras
comidas que te nutran.
Entonces, experimentar nuestras experiencias funciona
exactamente de la misma manera. Experimentar es digerir cada parte de la
comida. ¿Por qué otra razón tener una experiencia? Nuestras experiencias son
nuestras aventuras, y sí, a veces son dolorosas. Sin embargo, aprendemos de
nuestras experiencias, nos enseñan, si se lo permitimos. Probablemente han oído
esto antes, pero las experiencias no nos suceden a nosotros; suceden para
nosotros. La esencia permite experiencias que nuestras personalidades magnetizan
hacia nosotros. Esa es la manera en que aprendemos y evolucionamos y avanzamos.
Si nos interponemos en el camino de este fenómeno natural en el mundo físico,
estamos constipando el proceso, reprimiéndolo, llenando el sótano con material
sin digerir que nunca se va a ir de otra manera y que nos va a enfermar.
Pregúntate si tienes experiencias no experimentadas
apiladas en tu armario subconsciente. La verdad es que todos las tenemos. No se
van por el proceso de resistencia y negación. Están esperando ser invitadas a
entrar en la luz, fuera de las sombras. Nuestra época está llamando a eso. Este
es el tiempo; la ayuda está disponible desde adentro.
Una advertencia importante:
En el caso de algunas personas que han sufrido traumas
sumamente serios en sus vidas, pueden requerir pasar muy lentamente por este
proceso, con un profesional que haga esta clase de trabajo para vivir y que
entienda el ritmo. Para muchos de nosotros, los traumas y las experiencias no
experimentadas pueden estar más cerca de la superficie y podrían estar listos
para liberar, con algo de atención personal y enfoque. Como dicen, cuando el
estudiante está listo, aparece el maestro. El maestro puede ser otra persona, o
puedes ser tú mismo. Inténtalo por tu cuenta. Si resulta demasiado difícil,
pide ayuda. En tanto hay una variedad de técnicas para hacer esto, no hay otra
manera de digerir tu experiencia que aceptarla como lo que es.
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