(¿Cuántos se necesitan para cambiar el mundo?)
Nuestro Conocimiento y los Enlaces Faltantes con el Antiguo Lenguaje de la Sabiduría
Gregg Braden
Las tradiciones antiguas describen esto en el lenguaje de su época. No sólo dicen que estamos conectados con el mundo a nuestro alrededor, tal como la ciencia occidental está descubriendo ahora. Ellas nos invitan a dar un paso más y dicen: así es como lo aplicas en tu vida. Nos dejaron instrucciones muy, muy claras, que dicen “esta es la manera en que usas este poder, esta tecnología interior que está dentro de ti para originar cambios en tu mundo, para producir sanación en tu cuerpo, para traer paz a tu familia y tus comunidades, y colectivamente a medida que muchas personas se juntan, estos principios funcionan, así como la paz entre naciones, también.
Compartiré con ustedes algunos de los estudios que se hicieron, que
describen precisamente cómo esto empieza a funcionar. Una pregunta que suelen
hacerme con respecto a este material, es si estas relaciones existen, si
verdaderamente existen, por qué no las conocemos hoy en día. ¿Por qué la
ciencia occidental no comprende estos principios? ¿Por qué recién ahora los
estamos descubriendo? Bueno, la respuesta a esta pregunta empieza, según lo
entendemos, por la manera en que vemos nuestro mundo de hoy, nuestro
conocimiento es parte de un linaje de sabiduría que nos enlaza con nuestro
pasado. Y sabemos que ese enlace, el enlace que nos conecta con los que
vinieron antes que nosotros, ha sido roto al menos dos veces en lo que registra
la historia. Dos veces en la historia registrada pasó algo, ocurrió un evento y
perdimos información. Y en algunos casos era información pertinente
precisamente a lo que hacemos ahora.
La primera de esas rupturas fue el
incendio de la gran biblioteca de Alejandría en el siglo IV. Aunque no sabemos
con precisión qué había en esa biblioteca, lo que sí sabemos es que los
historiadores romanos habían catalogado volúmenes y más volúmenes de
información en rollos, que es la manera en que se había escrito el material en
esa época. Un historiador romano, por ejemplo, catalogó más de 536.000 rollos
en la gran biblioteca de Alejandría antes de que se quemara, y muchos de ellos
eran muy antiguos ya en ese tiempo, en el siglo cuarto, y sabemos que los
rollos contenían algunos de los documentos más antiguos de las tradiciones
hebraicas, hebreo antiguo, de las tradiciones astronómicas egipcias y las
tradiciones médicas. Mucho de la sabiduría que había sido transmitida desde
miles de años antes, describiendo nuestra relación con nuestro mundo, de unos
con otros, y tal vez con algo aún más grande. Cuando esa biblioteca se quemó,
sabemos que perdimos cantidades tremendas de información.
Y la segunda vez fue con las ediciones de los textos bíblicos en occidente,
las tradiciones bíblicas, en el siglo IV, así como en el año 325 de nuestra era;
durante esa época, en las tradiciones cristianas primeras, cuando el emperador
Constantino reunió un Concilio. En esos tiempos no había un texto bíblico bien
recopilado, prolijo, como lo vemos hoy. Era una recolección suelta, muchos de
los textos eran redundantes, algunos estaban pobremente escritos, y muy pocas
personas podían acceder a este material. Y Constantino, en un esfuerzo para hacerlo más
accesible a una amplia audiencia general, reunió a un concilio en la Iglesia, y
ese concilio hizo algunas recomendaciones: qué debiera incluirse, qué debiera
quitarse, cómo debiera organizarse ese material, y el resultado de eso es lo
que hoy llamamos nuestro texto bíblico, tradición bíblica. Sabemos que por lo
menos 20 libros fueron quitados completamente y otros 20 a 25 fueron editados
tremendamente, y los textos restantes fueron condensados y reacomodados según
lo que hoy vemos como nuestro texto bíblico. De modo que, tan buena como es
nuestra biblia de hoy, los mejores eruditos bíblicos admiten libremente y
abiertamente que está incompleta. Lo sabemos, porque estamos encontrando esos
documentos en lugares como la biblioteca de los Rollos del Mar Muerto, y es por
eso que son tan controversiales. Descubrimos los rollos del Mar Muerto y por
primera vez pudimos ver estos libros en su forma original; algunos no habían
sido vistos durante 1700 años. Es interesante que muchos de los libros que
fueron editados o quitados completamente son precisamente los que describen
nuestra relación con el universo y la creación a nuestro alrededor, a través
del poder de la emoción humana.
Pensamientos, Sentimientos, Emociones y
Creencias
Entonces, ahora la ciencia empieza a contarnos en su lenguaje que las
tradiciones espirituales antiguas nos han mostrado esto a su manera, en sus
propios textos y documentos; estamos viendo referencias de cómo estos
principios funcionan precisamente. La cuestión es cómo los aplicamos en
nuestras vidas, cómo nos aplicamos a usar esta relación entre pensamientos,
sentimientos y emociones dentro de nuestros cuerpos y lo que está sucediendo en
el mundo a nuestro alrededor.
Bueno, tal vez el mejor lugar para comenzar es definiendo qué son realmente
un pensamiento, un sentimiento y una emoción. Tuve esta conversación con mi
madre muchas, muchas veces. Mamá siempre dice que ella pensaba que las
emociones y los sentimientos eran la misma cosa. Y en tanto están íntimamente
relacionados, existe una diferencia. De modo que si pensamos en un gráfico, si
miras los antiguos dibujos de los centros de energía de nuestro cuerpo, los
chakras, lo que vemos es que los tres centros de energía más bajos de nuestro
cuerpo están íntimamente asociados con lo que llamamos el poder de la emoción
humana. Y los antiguos dijeron que somos capaces de solo dos emociones
primarias; dijeron que somos capaces de la emoción de amor y lo que sea que
creamos que es el opuesto del amor, ya sea que pensemos que es el miedo, o el
odio. Y cuando se profundiza realmente en las tradiciones, encontramos que
realmente son dos polaridades de la misma fuerza. De modo que en esos centros
inferiores con el poder de la emoción, tenemos dos experiencias primarias, el
amor y lo que sea que se considere el opuesto del amor. Esto es un poder, es
una fuerza que nos conduce en la vida, y derriba las paredes, voltea las
barreras que nos separan de las cosas que apreciamos en nuestras vidas.
Sin embargo, la emoción es dispersa; tiene que ser enfocada, concentrada.
Puedes pensar en ella como un poder, si conoces cómo la gente vive
estrictamente en sus emociones, sabes que esas vidas pueden a veces ser un poco
caóticas. Bueno, las emociones deben ser enfocadas, y allí es donde el poder
del pensamiento o la lógica entran, y está asociado con los centros de energía
superiores del cuerpo (se toca la cabeza). El pensamiento es lo que le da enfoque o
dirección a las emociones. En otras palabras, tenemos un pensamiento sobre
algo, tenemos un pensamiento sobre un día nublado afuera, y a ese pensamiento
le ponemos, sentimos, el poder de la emoción, ya sea que amamos ese día
lluvioso, o nuestro miedo de lo que ese día de lluvia pueda causarnos. Y al
hacer eso, cuando combinamos el poder de la emoción con la dirección del
pensamiento, en virtud de eso creamos un sentimiento. Entonces por definición,
ese sentimiento es la unión de la emoción y el pensamiento. Y el único centro
que no es incluido – qué interesante – en todos los otros sistemas que
permanecen sin usar en estos sistemas antiguos, es el centro corazón. Y este es
el que está dedicado al poder del sentimiento. Sentimos en nuestros corazones.
De modo que el sentimiento que tenemos en nuestro corazón es el lenguaje que le
habla al campo que ahora la ciencia occidental empieza a entender por medio de
sus experimentos. El poder del sentimiento humano es el lenguaje que abre la
puerta a lo que creamos en nuestro mundo.
Los científicos de hoy, cuando piensan en este campo, es tan nuevo, la idea
es tan nueva, que todavía tienen que ponerse de acuerdo en un término único.
Algunos científicos lo llaman el holograma cuántico, otros lo llaman la mente
de la naturaleza. El Dr. Ed Mitchell, ex astronauta del Apolo, lo llama la
mente de la naturaleza. Científicos como Stephen Hawking lo llaman la mente de
Dios. Tan variados como parecen los nombres, todos hablan esencialmente del
mismo campo, y lo describen como una red, o una rejilla, que subyace a la trama
que une, que conecta todo. Y es a esta trama, esta red, esta rejilla, que
nosotros hablamos con los sentimientos en nuestros cuerpos, los sentimientos en
nuestros corazones.
Las tradiciones antiguas no solo reconocieron esta relación, sino que nos
invitan a dar un paso más. Dejaron instrucciones precisas en términos de cómo
aplicamos esto en nuestras vidas. A fines de los 80 yo era un ingeniero
trabajando en corporaciones de defensa y aeroespaciales, y empecé a explorar
estos conceptos como ingeniero, mirando al mundo a mi alrededor para entender
la historia de quienes nos precedieron, y fue ese pensamiento que me condujo a
hacer viajes a algunos de los lugares más asombrosos del mundo, desde los
templos de Egipto a las montañas de los Andes en Bolivia y Perú, y en India y
Nepal, las tierras altas de China Central y Tíbet, hasta el desierto
norteamericano en el sudoeste, buscando información y pistas que nos ayudaran a
entender cómo nos relacionamos con el mundo y cómo podemos usar este poder del
sentimiento, este poder que habla el lenguaje
del mundo que nos rodea.
De modo que, como ingeniero, cuando empecé a estudiar los principios de
quienes nos antecedieron, la información que dejaron, para poder entender
nuestra relación con el mundo que nos rodea y esta antigua tecnología que hoy
llamamos oración, mi pensamiento era que esta clase de información estaría
mejor preservada en los lugares donde la civilización occidental la hubiera
perturbado menos. Este pensamiento me llevó a un viaje, por primera vez, en
1998 hacia las tierras altas en China Central y hacia el Tíbet, en que tuvimos
la oportunidad de explorar 12 monasterios y dos conventos, hablando por medio
de traductores, con quienes realmente vivían estos principios en sus vidas. Este
es el valor de ir a un lugar como Tíbet, una cultura viviente; podemos ir a los
templos en Egipto, o los templos de los mayas en Yucatán, y tan fascinantes
como son y con tanta información como contienen, las culturas que dejaron esa
clase de información ya no existen, de modo que a lo sumo estamos especulando
en términos de qué nos dicen. Cuando entramos en un monasterio en Tíbet podemos
realmente hablar con la gente que está allí y preguntarles, cuando vemos sus
oraciones afuera, ¿qué están haciendo en su interior? ¿Qué sucede? ¿Qué le pasa
a su cuerpo? ¿En qué piensan? ¿Qué sienten? ¿Qué emoción tienen? Bueno, fue en
Tíbet donde escuché esto, mucho más allá de simplemente ofrecer las palabras. (se oye música religiosa)
Los investigadores occidentales de la oración, hoy identifican cuatro
modalidades de oración. Dicen que en Occidente, cuando oramos usamos una, o
alguna combinación de estas cuatro modalidades de oración. La primera es una oración informal, llamada
coloquial. Yo tenía un amigo que vivía en el área de la bahía de San Francisco,
que decía una oración informal cuando volvía del trabajo a casa, cada viernes,
en la autopista: “Querido Dios, si me permites llegar a la estación de servicio
antes de que se me vacíe el tanque de combustible, nunca volveré a dejar que el
tanque se gaste tanto de nuevo” (se ríe)
y esa es una oración informal a Dios.
La segunda modalidad de oración es lo que llamamos petición, oración
suplicante. En ella suplicamos a los poderes, suplicamos al ángel, o ángeles, o
a Dios, “Querido Dios, yo reclamo el derecho de sanar y ser sanado ahora de
todas las manifestaciones pasadas, presentes y futuras”. Eso sería un tipo de
oración suplicante, o petición.
La tercera modalidad de oración es ritualista: “Ahora me acuesto a dormir.
Dios es grande, Dios es bueno”.
La cuarta modalidad de oración es una que no tiene palabras; es simplemente
una oración meditativa en que nos hacemos concientes de una presencia a nuestro
alrededor y en el silencio, y algunos discuten si esto es una modalidad de
oración o no.
Así es como los investigadores occidentales de la oración típicamente
piensan en la oración en nuestro mundo de hoy y, tan buenas como son esas
modalidades, tan bien como describen cómo oramos, siempre ha existido otra
modalidad, una quinta que no está incluida en estas modalidades. Y esto es
precisamente lo que el Abad en Tíbet nos describió.
Él describía un modo de oración basado en el sentimiento. Dijo que debemos
sentir el sentimiento como si la oración ya ha sido respondida, y en ese
sentimiento estamos hablando a las fuerzas de la creación, permitiendo al mundo
que nos responda, permitiendo a este campo, el holograma cuántico, la mente de
Dios, que nos responda con aquello que estamos sintiendo en el interior de
nuestros corazones. Entonces, en lugar de orar y sentirse impotentes en una
situación dada, “Querido Dios, por favor, haz que haya paz en el mundo”, este
modo de oración nos invita a sentir que estamos participando en esa paz, tal
como sugirió John Wheeler, que somos parte de todo lo que vemos, y al sentir la
paz en nuestro mundo o la sanación en los cuerpos de nuestros seres queridos,
estamos realmente empoderando al campo para reflejar eso de vuelta hacia
nosotros, de una manera que traerá esos cambios en nuestras vidas y en nuestro
mundo. Esto es precisamente lo que el Abad nos estaba diciendo en el monasterio
de Tíbet.
A principios de los noventa tuve la oportunidad de ver este modo de
oración, esta oración basada en el sentimiento, ejecutada en una situación en
tiempo real, y me gustaría compartir la historia porque es lo que tal vez describe
mejor lo que de otro modo es una especie de lluvia nebulosa. Yo llamé a mi amigo y le dije, llueve tanto,
los valles se inundan, las rutas se inundan, ¿qué está pasando? Y él hizo silencio por un momento y luego
dijo “Eso es parte de la oración.” Yo nunca entendí muy bien (se ríe). De modo que no tengo manera de
validar científicamente que la oración de mi amigo tuviera que ver con aquel
anillo (muestra una foto de un círculo de
piedras lleno de agua) pero la correlación es tan alta, y lo vemos suceder
tantas veces, que sabemos que hay un efecto.
En 1972, veinticuatro ciudades de Estados Unidos se usaron para conducir un
experimento en que las personas eran entrenadas para sentir el sentimiento de
paz de una manera muy específica, y fueron colocadas estratégicamente en estas
ciudades. Cada ciudad tenía poblaciones de más de 10.000 personas. Esto fue
documentado en algunos estudios de equipos muy bien conocidos, que se hicieron
allá a principios de los 70. Lo que sucedió es que, durante el tiempo en que
esa gente estaba sintiendo el sentimiento de paz, en la comunidad a su
alrededor, más allá de los edificios donde ellos tenían su experiencia, las
comunidades experimentaron reducciones estadísticamente medibles en los
delitos, crímenes violentos contra personas, declinaron los accidentes de
tránsito. En algunas ciudades como Chicago, la bolsa de valores, el mercado
bursátil subió, mientras la paz estaba instalada. Y cuando ellos cesaron en sus
oraciones, todas las estadísticas se revirtieron. Y lo repitieron una y otra
vez, a tal grado que el efecto pudiera medirse, y fue aplicado en un
experimento aún mayor que fue documentado en la revista de Resolución de
Conflictos en 1988. Este experimento se llamó Proyecto de Paz Internacional en
Medio Oriente. Lo que pasó durante la guerra entre Líbano e Israel, a
principios de los 80. Como resultado de aquellos estudios anteriores, se
entrenó gente para sentir sentimientos de paz y se posicionaron en las áreas
devastadas por la guerra en Israel y en Líbano, y durante el tiempo que los
investigadores llamaron “la ventana de oración” cuando ellos estaban sintiendo,
esa gente entrenada para sentir sentimientos de paz en sus corazones, cuando
estaban sintiendo esos sentimientos, las actividades terroristas se redujeron a
cero. Declinaron los crímenes contra las personas, las visitas a hospitales de
emergencia se redujeron. Y trataron de hacer estos experimentos en distintos
momentos del día, distintos días de la semana, para asegurarse que no fuese
efecto de la semana o del fin de semana, o feriados, o distintos momentos del
mes, para asegurarse que no fuera efecto de los ciclos lunares, que afectan a
las personas. Y cuando se completaron los estudios, lo que encontraron fue,
aunque puede que no sepamos con precisión por qué sucede este efecto como
sucede, que sabemos que las correlaciones son tan altas que cuando un cierto
número de personas empiezan a sentir el sentimiento de paz o de sanación en sus
cuerpos, en un lugar, el efecto se traslada a la comunidad más allá de donde
están estas personas.
Y es tan preciso, que ahora sabemos que los estadísticos pudieron
determinar con precisión el número de personas requerido para iniciar e
impulsar esta clase de efecto. De modo que les comparto la fórmula, y luego
describiré qué significa esa fórmula. El efecto se nota en principio cuando
cierto número de personas están participando. Y ese número, el número mínimo,
es la raíz cuadrada del 1% de una población dada. ¿Qué significa eso? Que si
tienes una ciudad de un millón de personas, por ejemplo, calculas 1% de
1.000.000, en tu pequeña calculadora, y luego calculas la raíz cuadrada de lo
que haya resultado de ese 1%, y ese número te dice cuántas personas se
necesitan, el número umbral para iniciar el efecto. Obviamente, cuantas más
personas participen, mayor será el efecto. Para una ciudad de un millón de
personas, ese número es solo unos 100 individuos. En un mundo de 6 mil millones
de personas, la raíz cuadrada del 1% de esa población dada es solamente de
8.000 personas.
De acuerdo a estos estudios, ocho mil es el número de personas que se
requieren para sentir el sentimiento de paz en sus corazones en un momento dado
del tiempo simultáneamente, para iniciar e impulsar esa consciencia conectada a
través del campo; como sabemos el campo existe hoy antes de que esa paz se
sienta en el mundo a nuestro alrededor.
https://www.youtube.com/watch?v=n5tbedFBTCs
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