Canalización de Kryon por Lee Carroll
ante la Hermandad Femenina Lemuriana (29)
en Las Vegas, diciembre de 2016
Saludos,
queridas mujeres, Yo Soy Kryon del Servicio Magnético.
Mi
socio se aleja. Hay una gran historia espiritual representada por la idea de
esto que ustedes llaman la Hermandad Femenina Lemuriana. A través del tiempo y de 30 canalizaciones -
o más - hemos presentado lentamente los conceptos de aquello en que ustedes
participaron.
Ahora
hablamos para todas las que escuchan y son mujeres, y les decimos esto: que en este cambio, en este tiempo mágico, el
final de esta precesión de los equinoccios, su género no es un error. Esa es la
manera en que las cosas se han establecido y así ha sido el plan: que todas las partícipes de
la Hermandad original a través de tantos años estén hoy vivas otra vez como
mujeres. Y eso es para que puedan sentir, tal vez percibir, esta historia de la
que hablamos; que hubo un tiempo en que las mujeres sostenían la bandera, la
antorcha del chamanismo, y que eso era natural. Y que los hombres lo necesitaban
y lo esperaban, y acudían a las mujeres por este tipo de consejo y ayuda. Esta
ha sido la premisa todo el tiempo.
Por
cierto ustedes no necesariamente estuvieron juntas en la Hermandad; por cierto se distribuyó en muchos años,
muchas vidas, pero no importa porque las semillas de su akash la experimentaron,
y las semillas de su akash son lo que ustedes están hablando ahora; ellas las
reúnen. Hay ahora un compañerismo; eso es la Hermandad. Algo que todas ustedes han experimentado en
algún tiempo.
Las
preguntas siempre han sido: ¿Cómo se aplica ahora? ¿Qué significa? Y hemos hablado de algunas de esas cosas;
incluso les dijimos la última vez que estuvieron juntas que busquen un vacío de
cosas que no se están haciendo; que existen vacíos, que hay lugares donde
pueden infundir lo que fue antes. Y para
hacerlo no necesitan reescribir nada de lo que está sucediendo ahora.
Pero
en este momento quiero presentar algo.
Es para Melli-ha; también para las mujeres que están aquí. ¡Si yo las
pudiera llevar de regreso a ese gran lugar que llamaron Lemuria, un pequeño
continente, la montaña de Hawái, cuando estaba fuera del agua, cuando se había
levantado a más de 30.000 pies! Nadie preguntó nunca dónde estaba la
Hermandad. Era un lugar grande. Y la
respuesta es que había hermandades femeninas en todas partes. Ustedes vivían junto al océano, allí estaba
la pesca, allí estaban los pueblos y las aldeas, allí es donde se daba la
enseñanza, allí no hacía frío. Entonces
había Hermandades Femeninas en todas partes.
¿Alguna
vez pensaron que era una colectividad? Es decir que puede haber habido treinta
o cuarenta hermandades funcionando al mismo tiempo, en toda la isla. Había solo
una montaña central, no había islas de por sí.
Eso recién sucedió cuando se empezó a hundir. Entonces, deben pensar distinto
de lo que hoy lo hacen, que eran islas.
Pero había muchas hermandades porque había muchas aldeas.
En
parte la tarea de Melli-ha era viajar de una Hermandad a otra. Pero había algo que tenía lugar, quiero
contarles qué era, y quiero darte algunas instrucciones, Melli-ha, que tendrás
un año para elaborar.
En
su Año Nuevo tenían una manera de hacer algo todas juntas. El calendario de entonces era distinto, pero
a medida que pasaban las estaciones llegaba un nuevo año. No lo llamaban año
nuevo; era una energía nueva, era un nuevo comienzo, y cada vez que se
renovaba, la Hermandad se presentaba en todo este pequeño continente. Y hacían
algo juntas. Ustedes podrían preguntar: "Bueno, ¿cómo hacían para hacer
algo juntas si no tenían reloj? ¡No
tenían referencia de tiempo! " Y sí
la hay; siempre la ha habido. En el caso de Lemuria, eran las mareas. Cada Hermandad tenía un marcador; después de
caer el sol, luego de un cierto tiempo cuando la marea llegaba a cierto lugar,
se ponía el marcador y se le ataba una cuerda en el agua. Y cuando el agua lo
cubría, aunque fuera apenas, todos tenían el mismo mensaje al mismo tiempo. Y empezaban con un círculo, una celebración,
¡y qué celebración era esa! Las
mujeres, cada una en ese círculo,
contaban lo hermoso que había sucedido ese año. Hablaban sobre el nacimiento de
sus hijos, y pasaban revista a quienes habían fallecido. Hablaban sobre la
celebración de alguien que ya no estaba con ellos. En todo lo que hacían,
incluso si algunas tenían una enfermedad, hablaban sobre los desafíos que
habían enfrentado y como se habían ayudado entre sí. Decían los nombres de
quienes habían acudido a ellas, las habían ayudado, y bañado, y tocado su
cabeza. No había quejas, porque los
maestros que tenían los lemurianos, los maestros originales, les habían
enseñado sobre la consciencia. No sobre afirmaciones; eso era un poco progresista
para ellas; pero sí sobre cómo las cosas positivas crean cosas positivas. Sobre
cómo el océano mismo las escuchaba. Cómo las montañas y el aire eran parte de
sus vidas, y al hablar al año de cosas positivas, obtener a cambio cosas
positivas.
La
celebración era una celebración del nuevo año; se hacía en la noche antes de
que empezara la nueva estación, tan cerca como fuera posible. Comenzaba el
nuevo conjunto de estaciones, llamadas
de modo totalmente diferente de como ustedes las llaman ahora, y en momentos
diferentes. Todas se coordinaban en todo este lugar que llamaban Lemuria. Y
todas sabían que lo estaban haciendo al mismo tiempo.
Melli-ha
supervisaba la parte central, que era su hogar, pero ella no solo sabía que
todas lo hacían al mismo tiempo, sino que estaban cantando las mismas
canciones, dando los mismos mensajes, en la misma celebración, y que una vez en
el año estaban aliadas juntas como si fueran una sola.
Quiero
que ustedes hagan eso; es difícil, porque no se ha planeado para este año, pero
dentro de un año sí se hará, y ahora tienen la tecnología para juntarse en todo
el planeta como una Hermandad gigante, para diseñarlo de modo que estén
haciendo la misma cosa. Donde no se hable nada negativo, sea como sea. Donde
puedan reflexionar sobre el año y celebrar las cosas que necesitan ser
celebradas, mirar los desafíos como algo que han atravesado. Las fortalecen para la próxima vez que
suceda.
El
compañerismo en esta ceremonia única sentaba las bases para todas las aldeas
para todo el año siguiente. Y sí, los hombres estaban allí (se ríe).
Sentados atrás. Porque una vez al año podían oir lo que las mujeres
tenían para decir, y sentían la belleza
de la espiritualidad, del regocijo, de la sacralidad, allí sentados con las
antorchas ardiendo, en silencio, respetando lo que sabían que las mujeres
estaban haciendo por ellos.
Eran
las mujeres quienes sabían, de algún modo, cómo tocar el rostro del Espíritu,
cómo comunicarse con el Creador. Las que
les decían cómo pescar y dónde, y cuidarse de las tormentas y cuándo iba a
haberlas. Las mujeres habían salvado incontables vidas con su intuición.
Una
vez al año pasaba algo especial, a todos juntos, y todos asistían. Melli-ha: tienes un año, si deseas que esto
sea. No es tan difícil con la tecnología
de hoy en día, pero ¡qué evento será ese! La Hermandad es grande, y se volverá
mayor. Y lo que es, y lo que representa,
es el amor de las mujeres en comunicación con las mujeres y también con la
Fuente Creadora. ¡Es hermoso!
Quiero
que en este momento conjuren una visión de cómo sería, cuando se pusiera el sol
y se prendieran las antorchas, con las brisas soplando, y ustedes
empezando. Y la mujeres en círculo, en
voz tan alta como para que todos oigan,
empezando a celebrar lo que ese año había sucedido para ellas. Repasando el año y hablando de los que habían
fallecido, de una manera muy positiva.
Todos
esperaban ansiosamente esto. Era un
evento sobresaliente, y ahora lo presento porque este es el último mensaje, tal
vez, la última reunión de la Hermandad de este año, y tal vez sea el último año
en que no haya ceremonia colectiva.
Piensen
sobre estas cosas, en lo que significaban entonces, lo que podrían significar
ahora. Eso es la Hermandad que empieza a
graduarse hacia algo más grande; no más grande en número, sino mayor en energía
y propósito.
Gracias,
Melli-ha, por lo que estás haciendo por el planeta.
Y
así es.
Kryon
Desgrabación y
traducción: M. Cristina Cáffaro